El helado tiene propiedades curativas. Lo digo así, tajantemente, aunque ningún científico japonés o ruso o hindú le haya dedicado la investigación probatoria que sus gélidas partículas ameritan y solo tenga como basamento teórico la intuición (o fruición) femenina.
Las días más grises, esas tardes dominicales de tedio ferroso en que el mundo y sus catástrofes caben en la tormenta de tu vaso de agua, los conflictos más cruentos entre cerebro y corazón, las taquicardias del alma, las más profundas depresiones o las más abruptas decepciones… todo, todo lo malo, lo negro, lo feo y lo triste se diluye o al menos se alivia luego de un par de copas.
A la hora de las urgencias, cuando se activa en nuestro sexto sentido como roja bombilla la necesidad de ir a “comer bolas”, lo más importante no es el sabor que prometa la tablilla de Coppelia (o la heladería que sea), la extensión de la fila o el presupuesto con que cuentes para el desahogo. Todas son meras cuestiones secundarias, obviables si se logra lo imprescindible: que tus mejores amigas vayan contigo.
Aún con el grupo de veintitantos chiquillos de la secundaria que decidió salir a “pistear” ese día y marcar antes que tú, aún con la mala suerte de platanito y naranja-piña para decidir, aún con cinco pesos en el bolsillo, sabes que todo va a estar bien, que el tiempo de espera será bueno, que la piña sabrá esta vez a coco, porque la calidad del helado se mide por la calidad de la gente con que lo compartes.
Allí estarás para mí y estaré yo para ti, y cogeremos una borrachera láctea de las buenas mientras nos contamos las grandes novedades de las últimas 12 horas en que no hemos hablado.
Luego regresaremos caminando hasta la casa, aunque sea lejos, por el dinero, sí, pero más porque nos dure la salida, para seguir hablando hasta que se nos engarrote la lengua y se nos entuman los oídos.
¿Que la reválida no va a salir tan pronto como soñábamos? ¿Que mami y papi están muy lejos y la ciudadanía española aún no sale? ¿Que me cambian otra vez de departamento sin yo querer? ¿Que ama a otra que no soy yo y colgó los guantes? ¿Que me siento sola en este país y en vez de modelar sirvo mesas? ¿Que quisiera que no me llamara más para no sufrir, pero no puedo dejarlo solo ahora? ¿Que anoche se acabó la relación más importante de mi vida?
Ah!, chicas, creo que es tiempo de irnos de copas. ¿Me acompañan?
Mi nube cuenta conmigo y no hasta uno o dos o tres sino hasta siempre como creo que dice el poeta… yo voy en esas bolas. Juntas están las mil y una penas de este equipo, pero tambien las dos mil y dos razones que nos hacen andar juntas. Yo tambien necesito unas copas y a ustedes para que me ayuden a congelar y a aliviar mis penas o mejor dicho las nuestas. Márcanos en la cola, para tres, porque esta Ala enraizada y la mariposa cubana estamos contigo.
Ah, escribiste demasiado, ya sabía yo que ante este post (suerte de convocatoria extraordinaria para «asamblea de patriotas») tú y la Miña iban a responder ¡presente! ipso facto. Qué sería de mí sin mis amigas eh?
Mi nubecita, nos vamos de copa, de vasos, de jarros, de gotica, de algo, de lo que sea, pero junticas como las hermanas que somos. Tita, como dice X, todo cambiará.. siempre sale el sol… aquí estamos las mosqueteras…
Amén, Mariposa, me encanta el tono verde fresco de tu esperanza, como diría yunowjú: ese es el espíritu que se quiere jajajajaja Gracias por tu comprensión silente y tu ausencia de regaños durante el proceso. Te quiero.
Wow Mary Poppita, I’m so proud of you!!!!!
Te dejaría un comentario más largo pero de momento me han entrado unas ganas irresistibles e inexplicables de comer helado… y un poquito también el mundo….
Mil besos y un abrazote, quq tal vez no sea tan bueno como el helado y los chocolates pero a mi también me produce una buena dosis de endorfinas…ya vamos tirando hasta q se pueda ir de nuevo al Coppelia…Gracias!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Por nada, mi Kenita, sabes que en primera instancia hice este post para ti, aunque terminó siendo de todas porque (las cosas de la vida) resulta que ahora toda mi camada está en crisis. Una vez leí en algún lado que las mujeres, de andar juntas, sincronizábamos misteriosamente la menstruación. ¿Será que nosotras nos ponemos de acuerdo, además, para los bajones de ánimo? Anyway, luego de las bolas del sábado (porque al final sí fuimos a Coppelia, y había helado de coco y tiramisú, y estaba derretío…); luego de eso y de la función de Endedans por la noche, ya nos fuimos sintiendo mejor. Todo pasa, Keninga, eso es la vida, un tránsito. Te quiero mucho, lo sabes, y el abrazo me lo tomé con más gusto que el helado. Ah!!! y deja de hacerte la loca, si cuando regreses del Yuma me dices que pa ir a Coppelia… no te hablo más. Yo quiero copalolita de Dinnos Pizza jajajajajajajaja
Oye, me gusta este post porque, sin dudas, a las mujeres les encanta irse de copas con el helado. Debe ser algo genético, aunque ningún científico lo haya probado aún. Un abrazo.
Sí, yo creo que es algo muy nuestro, como el vicio por el chocolate jajajajaja Pero despreocúpate, que ya te tocará experimentarlo bien de cerca con tu Liset. Quizás puedas ser tú quien haga de investigador de tan raro fenómeno en casa, y nos alumbre su raíz. Otro abrazo para ti.