Mi primer “hijino” o el show bautismal de Mauro-3399

 

Si Alejo se entera, seguro se pone a dúo con Gallego a darme tronco de chucho; pero todavía guardo en mi Samsung de palo el ese-eme-ese del 25 de diciembre de 2013 en que me mandó a preguntar “BTW ¿quieres ser madrina de Mauro?”.

El cangrejo Alejo, como me lo anuncia mi madre cuando llama a casa pa’ cualquier brete, es un amigo de esos que a uno no le cabe un comino (… allí mismo) cada vez que puede inflar los pulmones y soltarle a alguien “ah, ese es mi socio”.

Recuerdo incluso lo primero que leí de él, cuando ni BBC le publicaba en Voces de Cuba ni él soñaba un carajo con abrirse su Alejo 3399. Fue un comentario de la página dos de Adela, ese periódico que siempre hemos llamado como nos da la gana y que en el fondo siento que los dos amamos visceralmente. El título era algo así como “La ingenua amenaza del doble nueve” (cosa del dominó jugado en esquinas de barrio) y después que terminé la última línea, estaba convencida de que ese chamaco era una promesa del periodismo y que yo quería ser amiga suya.

Pasó el tiempo y se graduó él primero, yo después, los dos de cabeza pa’ Adela … en fin, la historia la contaré en otro post algún día, porque este es para Mauro aunque hasta aquí un jurado de escuela secundaria pueda quitarme cinco puntos por (des)ajuste al tema.

Mi punto es que nos fueron sucediendo una pila de cosas, cosas que unen a la gente, como la cerveza de carnavales en la calle de los «maricones» donde no se forma cola ni bronca, o el viaje a Labana pal premio 26 de Julio aquel que no nos creíamos y su forma simple de demostrarme que era mi hermano dejándome el cuarto para mí sin preguntas, o la vez que me prestó a su madre psiquiatra para que atendiera los extravíos de la mía, o lo de meterme perros sarnosos en la casa para que luego se los llevara bañados para el negocio a ver si les encontrábamos dueños… o su post de globos rojos cuando el chichón de caerme del Olimpo.

Todo eso hace que yo mire ahora a Mauro y vea en él a un sobrino re-gordete y re-jodón, que me baja la blusa y le enseña mi sostén azul fosforescente a toda la concurrencia con la misma sonrisa “happy-pípol” con que el cabrón de su padre ha de redactar los post esos en que desacraliza al universo.

Este lunes (a la mierda el valor noticia actualidad) fuimos finalmente a bautizarlo, luego de un via crucis de papeleo que felizmente le tocó al padre del criaturo y que dilatóse alguillo más porque no aparecía la fe de bautizo mía… pero bueno, eso lo resolvimos buscando evidencia fotográfica del asunto, donde salgo yo, de siete años, enseñando los blúmers mientras mis padrinos me cargan y un respetable y viejecillo cura me lava la cabeza.

La cosa estaba pactada para las 9:00 a.m. y puntuales estuvimos todos, menos el cura. Según Alejo, el sagrado Corazón de Jesús es como los consultorios de tipo B, que no tienen médico fijo, sino un mismo tipo que atiende dos locales a la vez; por eso el párroco no llegó hasta cerca de las diez, después de dejar en odren su otro templo, la iglesia del Carmen. En fin, le entramos al asunto, y para nuestro beneplácito el niño se comportaba muy tranquilo hasta ese momento.

El problema es que el sacerdote resultó ser un profuso orador, y Mauro… es hijo de Alejo. Entonces yo tuve que quitarme un arete para que el bebo lo fuera chupando mientras avanzaban las lecturas preliminares, y luego lo tuvo que coger Sandra (su mami), y luego Alejo, y luego Sandra de nuevo, y… y nada, Gallego (el padrino) lo único que hacía era reírse a discreción.

Primero que si todo el mundo a hacerle la crucecita en la cabeza, y Mauro a la tercera cruz, ya hostinao, no quería más lío con su moropo. Luego que si la bendición de Dios y el padre con su palma suspendida frente al chama, y el niño a entrarle a la mano del cura como si fuese el más «monino» de sus socios del barrio (es que los muchachos son de furia, porque antes de empezar, Alejo, Gallego y hasta el tío se habían empeñado en enseñarme que ya Mauro sabía chocarla, y él, ni este caso).

Pero lo mejor de todo fue cuando se tragó al Espíritu Santo, y que me excusen los muy devotos, pero se lo tragó. Sandra lo acuesta boca-arriba y le echan los dos primeros chorritos de agua en el nombre del Padre y del Hijo, pero justo cuando viene cayendo el inmaterial del espíritu, va Mauro y se tira pa atrás y abre la boca y el cura se pone nervioso y se le va la mano… y casi lo ahoga. ¡Menos mal que no le dio por llorar… tanto!

Yo pensaba, Dios perdónanos por torturar a nuestros hijos de este modo. Tú que los quieres como sea. Tanta mierda.

En fin, fue un bautizo muy folclórico, como era de esperar de un vástago de semejante espécimen. Muchos acá lo miran al Mauritico y dicen que no se parece a Alejo, pero hay días como este en que yo me convenzo: ¡lo cagó!

El miércoles su papá pasó por Adela y como yo no estaba, me dejó tres foticos plasticadas (lo bueno de tener papá que apostó por el cuentapropismo) para que las muestre como souvenir del “evento”.

Alejo, tan dado como yo a deconstruir el idioma, me había preguntado que si yo era su madrina qué era Mauro mío… ¿hijino?

A mí me parece bien. Hijino. Eso suena más a hijito que ahijado. Los hijos de nuestros hermanos son eso, nuestros hijitos del plan “tetoca”. Y uno los bautiza si hay antojo de bautizar, o los lleva a curar el empacho con una toalla si les duele la panza, o lo que sea.

Y luego los va viendo crecer y se va dando cuenta que se está poniendo viejo.