Edades de una ciudad

yeri y yo

Tengo la profunda certeza de que las ciudades nacen con cada uno de los seres que las habitan. Cuando alguien llega por vez primera a descubrir e insuflar su vida al vientre elástico que es el espacio físico de una urbe, ella emerge del contacto vuelta otra, estrenada en significados, abierta a sensaciones y destinos nuevos. Preñada.

El calendario puede marcar 500, 501… para mí Camagüey tiene lo que mis 27 recién cumplidos.

Es el recuerdo remoto de llevar las manos cargadas de migas de pan para alimentar a los venaditos del Casino o el asombro pícaro de descubrir con cinco años los piojos disecados en el Museo Provincial. Es el gélido dulzor del rizado de chocolate de Coppelia o el rechinar fresco del queso blanco de los guajiros cuando aparece; el tableteo de los adoquines cuando bajas en bicicleta por Independencia o Ignacio Agramonte; lo gracioso que le sueno a los amigos de La Habana cuando digo “¿pa’ dónde vai’?”, “abur”, o cuando me empeño en rechinar las erres hasta la última consecuencia de sus actos.

Es los besos panorámicos escalados a las torres de las iglesias; la maña de cortar camino por el callejón del Cuerno porque Cisneros se abre mucho y te hace andar más; el salir los sábados “pal centro del pueblo” a sabiendas de que en algún tramo de República o Maceo vas a tropezar con un amigo hace tiempo no visto; el vicio de ir siempre a bailar al mismo sitio estrecho de la Casa de la Trova.

Es ese andar de nariz medio respingada, casi congénito; el feminismo sereno y cívico heredado de grandes como Ana y Tula; la terquedad de discutir toda opinión con verbo suelto; el frescor de la casa de abuela Sahara en La Vigía, con su puntal tan alto y el pozo del patio interior que toda la familia aún llama aljibe; la eterna nostalgia por el mar tan lejos; el amor por los silencios, la quietud, los ritmos de vida más reposados.

Ese embrollo físico-incorpóreo de recuerdos, sitios, actitudes, sabores, sonoridades… es la ciudad que yo celebro cada febrero. Como si fuera apenas su primer año, o los quince. Como si le llegara el cumple más importante. Como se festeja lo que es nuevo, sorprendente, vivo cada día.

camagueyFoto:

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Acerca de nubedealivio

María Antonieta Colunga Olivera. Licenciada en Periodismo de la Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte y Loynaz.
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2 respuestas a Edades de una ciudad

  1. Camilo Satiesteban Torres dijo:

    La verdad es que es una ciudad que merece mucho más de lo que tiene y tiene mucho. Lo que no logro entender es como teniendo tanto, sus habitantes no aprovechan más las noches mágicas o estruendosas, felices … Juerga carajo!

    • nubedealivio dijo:

      jajajajajaja tenés razón , mi hermano guanabacoense, mira que yo se lo digo al pikete: «vamo pa la calle!!!», pero más poco caso que me hacen 😛 qué rico siempre verte regresar por aquí. Un besote y otro para Hayat. Los quiero.

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